Decidí empezar a hacer pañuelos porque me di cuenta de que ya eran parte de mi personalidad. Siempre los he usado. Sin pensarlo demasiado, se volvieron un gesto repetido, una forma de estar, algo que simplemente me identifica. Por eso, cuando pensé en qué lanzar primero, los pañuelos fueron la opción más lógica.
El primer photoshoot lo hice en Valencia, Venezuela, la ciudad donde nací y crecí. No fue una decisión estética, sino personal. Quería que las primeras fotos del proyecto se hicieran ahí, como una forma de representar el origen. Empezar desde el comienzo, en sentido literal.
La producción tomó varios meses de búsqueda. Hice muchas pruebas hasta dar con el taller aliado correcto: uno que pudiera trabajar con los materiales, acabados y estándares que tenía en mente. Finalmente, todo lo que buscaba lo conseguí en una fábrica local en Montreal, Canadá.
Este es el primer producto lanzado en la tienda, y siempre tuvo todo el sentido que lo fuera. Porque antes de hacer cualquier otra cosa, quise empezar por algo que ya estaba en mí.
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